Analizando lo impensable: a un año del ataque en Dasht-e-Barchi, Afganistán

El 12 de mayo de 2020, la sala de maternidad del hospital Dasht-e-Barchi en Kabul (Afganistán) sufrió un atentado. Según fuentes oficiales, murieron 24 personas. El 15 de junio, Médicos Sin Fronteras (MSF) anunció su decisión de retirarse del hospital. Paralelamente, llevamos a cabo una investigación interna. La Dra. Isabelle Defourny, directora de operaciones de MSF, explica lo que encontramos y algunas de las lecciones aprendidas.

El 12 de mayo de 2020, la sala de maternidad del hospital Dasht-e-Barchi en Kabul (Afganistán) sufrió un atentado. Según fuentes oficiales, murieron 24 personas. El 15 de junio, Médicos Sin Fronteras (MSF) anunció su decisión de retirarse del hospital. Paralelamente, llevamos a cabo una investigación interna. La Dra. Isabelle Defourny, directora de operaciones de MSF, explica lo que encontramos y algunas de las lecciones aprendidas. 

Un año después, ¿cómo recuerdas lo ocurrido en Dasht-e-Barchi? 

Recuerdo los primeros días, nuestra comprensión progresiva de cómo se había perpetrado esta masacre: los atacantes habían matado deliberada y metódicamente a madres y mujeres embarazadas, en sus camas, una tras otra. Un ataque tan horrible en una maternidad no tiene precedentes, ni en Afganistán ni en los 50 años de historia de MSF. Nunca hubiéramos pensado que la violencia pudiera desatarse sobre las mujeres en el momento en que son más vulnerables: al dar a luz. Hay un significado simbólico insoportable en este acto de violencia.  

Durante el transcurso de los días y semanas de intensa actividad, hicimos todo lo posible por prestar apoyo –incluida la asistencia en salud mental- a las personas heridas, a las familias de las víctimas y a nuestro personal.  

Algunas semanas después, tuvimos que tomar la difícil decisión de retirarnos de Dasht-e-Barchi. Sabíamos que dejaríamos atrás enormes necesidades por cubrir. Para muchas mujeres de la comunidad, el apoyo a la maternidad era un recurso muy necesario, tan sólo en 2019 se habían producido allí 16,000 partos. Pero no podíamos continuar nuestra actividad después de lo ocurrido. 

¿Por qué MSF inició una investigación de los hechos? 

Por un lado, forma parte de nuestras prácticas habituales tras este tipo de sucesos graves en materia de seguridad, el describir con la mayor precisión posible la cronología y el ataque, pero también analizar los elementos que permitieron que se produjera un suceso de este tipo y lo que se podría haber hecho para evitarlo. Esto nos permitió reevaluar el entorno y nuestro posicionamiento en un contexto determinado, así como la forma de evaluar y gestionar los riesgos de seguridad. Esta investigación no pretendía revisar nuestra decisión de abandonar Dasht-e-Barchi, sino que pretendía ser útil para las demás actividades de MSF en Afganistán. 

No obstante, creemos que es importante y una especie de deber para con las víctimas, pero también con las personas sobrevivientes y nuestro personal en Afganistán, el intentar comprender todo lo posible sobre lo ocurrido.  

Por eso, aunque sabíamos de antemano que no podríamos obtener todas las respuestas a nuestras preguntas, era importante y necesario realizar esta evaluación. 

¿En qué consistió la investigación de los hechos? 

Se entrevistó al personal de MSF junto con otros testigos presentes en el lugar y alrededores del área de maternidad, así como a las partes interesadas externas relevantes que están implicadas a nivel nacional e internacional. En total, MSF entrevistó a 38 testigos, 45 partes interesadas y expertos externos. 

También revisamos elementos materiales y fácticos, así como elementos disponibles públicamente, como declaraciones en los medios de comunicación y en las redes sociales.  

¿Qué ha permitido establecer esta investigación de los hechos? 

En primer lugar, nos permitió reunir y comprobar algunos elementos que resultaron complicados durante las primeras semanas posteriores al atentado, y confirmar algunos datos: un total de 24 personas fueron asesinadas según fuentes oficiales, entre ellas, una de nuestras parteras, Maryam, junto con 16 madres y dos niños de 7 y 8 años.  

En el ataque también resultaron heridos seis integrantes del personal de MSF, un recién nacido y un cuidador. La investigación también confirmo que los protocolos de seguridad existentes limitaron el número de víctimas entre el personal y los pacientes de MSF. Por ejemplo, más de 90 personas pudieron refugiarse en las salas de seguridad del área de maternidad.  

Sin embargo, con lo que respecta a algunas de las cuestiones clave –en particular sobre la identidad de los autores de esta masacre y sus motivos-, esta investigación no arrojó ninguna conclusión sólida ni certera.  

 

¿Se sabe algo más sobre los autores y sus motivos? 

Nadie se ha adjudicado la autoría de este atentado. Inmediatamente después, las autoridades afganas culparon públicamente al Taliban –o Emirato Islámico de Afganistán-, que refutó y condenó la acusación, mientras que los medios de comunicación y los representantes de gobiernos extranjeros acusaron a la provincia de Jorasán del Estado Islámico (IS-KP). Sin embargo, no se hizo pública ninguna prueba que respaldara esas afirmaciones. Desde entonces, sólo hemos recibido información oral de que está en marcha una investigación afgana sobre el atentado. 

Nuestro proceso de investigación no nos permitió determinar con certeza la identidad de los autores del ataque ni sus motivos.  

No obstante, la hipótesis más probable es que el atentado fue cometido por al menos dos miembros del grupo armado IS-KP. Algunas fuentes mencionaron el apoyo de otros grupos armados que nuestra investigación no pudo confirmar ni desmentir.  

Aunque no sepamos quién fue el responsable, la investigación sugirió que las razones de este ataquen podrían estar relacionadas con una forma de represalia respecto a las autoridades afganas. En esta hipótesis, las mujeres embarazadas habrían sido el objetivo porque una semana antes de este ataque, tres mujeres, entre ellas dos embarazadas, habían sido asesinadas durante una operación militar llevada a cabo por las fuerzas militares afganas contra el IS-KP; o por la situación de las mujeres y niños que supuestamente apoyan al IS-KP y que están detenidos por las autoridades afganas.  

Además, esto no excluye la posibilidad de que las mujeres y las embarazadas fueran el objetivo de los miembros de la comunidad Hazara: este atentado forma parte de una larga serie de ataques perpetrados en los últimos años contra esta minoría, especialmente en el barrio de Dasht-e-Barchi.  

 

¿Fue MSF el objetivo? 

Nuestra investigación no dio ningún indicio de que MSF como institución, fuera un objetivo directo. Sin embargo, no podemos excluir que la presencia de MSF en esta área de maternidad haya sido un factor en la elección de este objetivo.  

En cualquier caso, los primeros objetivos de este ataque fueron las mujeres embarazadas y las parteras del área de maternidad que dirigimos. Sabemos que los atacantes se dirigieron directamente a esta zona, y mataron a las embarazadas y parteras que se encontraban ahí. Dos niños que habían acudido a la vacunación rutinaria junto con otro cuidador también murieron a tiros en el ataque. El personal de salud también resulto asesinado o herido.  

Si MSF no era un objetivo directo, ¿por qué no reanudó sus actividades en Dasht-e-Barchi?  

No podemos trabajar en un entorno donde los pacientes y personal médico son el objetivo de ataques, y en el que no podemos evitar que se repita una masacre como esta.  
Este ataque se dirigió claramente a mujeres embarazadas en una sala de maternidad gestionada por MSF. Y la investigación confirmó que ninguna de las diferentes zonas con las que tenemos relaciones en Afganistán nos dio alertas específicas al respecto. 

¿Qué significa esto para la presencia de MSF en Afganistán?  

Nuestra voluntad por seguir trabajando en Afganistán está motivada por las graves necesidades médicas del pueblo afgano. Esto es especialmente cierto en el contexto de la pandemia de la COVID-19, y en un momento donde la presencia militar internacional de 20 años llega a su fin y la dinámica política interna está cambiando. Pero nuestro trabajo sólo puede continuar si se garantizan las condiciones mínimas de seguridad para nuestros pacientes y personal. 

Cuando MSF volvió a Afganistán hace 12 años -después de habernos retirado en 2004 tras el asesinato de cinco de nuestros colegas- sabíamos que era uno de los países más peligrosos para trabajar. En aquel momento, nuestro análisis fue que era posible crear un espacio de trabajo seguro para nosotros, renovando nuestro compromiso con todas las diferentes partes implicadas.  

De entonces, tras el ataque a nuestro hospital de Kunduz, y el de maternidad en Dasht-e-Barchi, tenemos que admitir que esto no fue suficiente. En estos dos atentados murieron 66 personas, el mayor número de muertes en nuestros proyectos en todo el mundo de los últimos seis años. Nuestra organización no puede aceptar la idea de integrar la pérdida de nuestro personal o de los pacientes que tratamos como parte de nuestro trabajo. Mantenemos nuestra libertad para retirarnos y detener nuestras actividades cuando consideramos que el riesgo de que se repitan ataques graves es demasiado alto.  

Aunque la dinámica política y de seguridad es diferente de una zona a otra, globalmente nuestra presencia en el país sigue siendo hoy en día restringida y limitada. Seguimos trabajando interviniendo sólo en las zonas en las que consideramos que podemos construir una base sólida, revisando constantemente el contexto y los incidentes de seguridad, reduciendo la exposición de nuestro personal, especialmente en Kabul, y reforzando nuestro compromiso con todas las partes locales que quieran hablar con nosotros.  

11 de mayo de 2021

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