Myriam Abdel-Basit ha estado trabajando como mediadora cultural con Médicos Sin Fronteras en Lesbos, donde las personas que han logrado llegar a Grecia desde Turquía son obligadas a vivir en campos sobrepoblados. En este texto, ella explica cómo ofrecer atención médica permite a las personas que viven en circunstancias extremadamente difíciles volver a “sentirse humanas” otra vez…
Myriam Abdel-Basit ha estado trabajando como mediadora cultural con Médicos Sin Fronteras en Lesbos, donde las personas que han logrado llegar a Grecia desde Turquía son obligadas a vivir en campos sobrepoblados. En este texto, ella explica cómo ofrecer atención médica permite a las personas que viven en circunstancias extremadamente difíciles volver a “sentirse humanas” otra vez…
Después de sobrevivir a la guerra, la violencia y al peligroso viaje desde Turquía, muchos refugiados y migrantes quedan atrapados en las islas griegas. En Lesbos, donde estoy trabajando como mediadora cultural para MSF, la mayoría de las personas son enviadas a Moria, un campo de refugiados financiado por la Unión Europea. Un acuerdo entre Europa y Turquía prohíbe a las personas trasladarse hacia el continente hasta que las autoridades griegas hayan procesado sus documentos y tomado una decisión sobre su solicitud de asilo.
El campo alberga a unas 5,500 personas y está gravemente sobrepoblado, pues fue construido para albergar sólo a 2,000. Los pocos “afortunados” viven en contenedores (imaginen una especie de contenedor de transporte adaptado), mientras que la mayoría vive en tiendas de campaña endebles y sin aislamiento, diseñadas para el clima de verano.

Una de las primeras cosas que notas cuando caminas por Moria es el número de familias con niños pequeños que juegan con la abundante basura que hay en el lugar, corretean a través de los estrechos espacios que hay entre cada tienda de campaña, y se aferran a sus madres mientras se esfuerzan por subir por las inclinadas colinas que hay alrededor del campo.
Niños por todas partes, desesperados por jugar. Más y más personas llegan a Lesbos todos los días y son enviadas a Moria para registrarse. Cuarenta por ciento de los recién llegados son niños y el 23% son mujeres. A medida que avanzaba el invierno, los niños eran más vulnerables a contraer enfermedades e infecciones debido a la combinación del clima que empeoraba y las malas condiciones de vida. Previo a esto, MSF estableció una clínica especializada para atender a los niños.
Nuestra clínica móvil está construida a base de camiones que fueron transformados en tres consultorios y una farmacia. Ahí, registramos a los pacientes y evaluamos las necesidades médicas de cada niño para decidir si pueden esperar hasta que se desocupe un médico o si es necesario derivarlos urgentemente a otra instalación. Mi trabajo consiste en facilitar la comunicación entre los pacientes y las enfermeras, traduciendo todo lo que se dice y asegurándome de que todo se entienda. Me quedo con los pacientes mientras están con el médico y después vamos a la farmacia, donde recogen sus medicamentos. Después les explico cuándo y cómo deben tomarlos.

Muchos niños sufren de tos, escurrimiento nasal, diarrea, fiebre, dolores de estómago y de garganta; las enfermedades más comunes que esperarías ver en los niños durante el invierno. Los problemas médicos se agravan porque hay una mayor exposición a las condiciones climáticas y por el acceso reducido a medidas preventivas que tienen los padres. Los doctores de MSF realizan examinaciones y proporcionan asesoramiento médico y medicamentos.
Muchos padres me dicen que la única razón por la que abandonaron sus países fue para dar una mejor vida a sus hijos, están terriblemente preocupados por su salud. Un padre me habló sobre su decisión de huir de Siria hace menos de un mes. Hasta ese entonces se había negado a abandonar su país, pero eventualmente tuvo que aceptar que no era seguro para sus hijos.

De lo que he escuchado en mis conversaciones con los padres, siento que el futuro de sus hijos es una de las pocas esperanzas que tienen. No han tenido control sobre mucho de lo que les ha pasado en los últimos años, pero poder venir a nuestra clínica y que sus hijos reciban atención médica les permite recuperar algo de control. Una mujer afgana nos dijo: "finalmente sentí que me trataban como un ser humano otra vez".
Hacemos que el área de espera sea lo más alegre posible, tenemos una pizarra para que los niños dibujen, cuadernos para colorear y ayudarles a estimular la creatividad que pueden haber perdido después de haber sido sacados de la escuela desde hace meses o incluso años, también tenemos burbujas y muchos globos. Antes de trabajar en la clínica, nunca entendí realmente la alegría que un simple globo puede brindarle a un niño.
Muchos problemas de salud son un resultado directo del entorno en el que se encuentran los niños. Las lombrices y los piojos son muy comunes, y uno de nuestros mayores desafíos es explicar elementos que forman parte del tratamiento pero generalmente no se consideran médicos, como cambios en la higiene y en el comportamiento, que pueden disminuir la probabilidad de brotes.

También vemos a niños con enfermedades crónicas que no tienen los medicamentos que necesitan. Algunos nunca han visto a un médico para tratar sus graves enfermedades o han perdido sus medicamentos durante sus viajes. Otro problema importante es que los bebés muy pequeños, nacidos en Lesbos, no han sido vacunados. En los campos sobrepoblados se presentan las condiciones perfectas para los brotes de virus como las paperas y el sarampión.
En un campo donde los tiempos de espera insoportablemente largos causan dolor a los padres preocupados, la clínica pediátrica de MSF es muy importante porque brindamos atención médica y proporcionamos a los padres un espacio seguro para expresar sus preocupaciones. Aunque proporcionamos atención médica primaria a los niños, ellos necesitan ser trasladados urgentemente a un mejor entorno. Necesitan salir de aquí tan pronto como sea posible porque mientras estén aquí, las enfermedades son inevitables.
Por ahora seguiremos haciendo tanto como nos sea posible, con una gran sonrisa y un globo en la mano.