En torno a una decena de personas adultas, niñas y niños esperan pacientemente en la consulta. Sentado junto a una pequeña mesa, Etienne Esua escucha a sus pacientes, venda heridas y realiza pruebas rápidas de malaria mediante un pequeño pinchazo en un dedo.
En torno a una decena de personas adultas, niñas y niños esperan pacientemente en la consulta. Sentado junto a una pequeña mesa, Etienne Esua escucha a sus pacientes, venda heridas y realiza pruebas rápidas de malaria mediante un pequeño pinchazo en un dedo.
“Si la prueba de malaria da positivo y los síntomas del paciente no son graves, le trato con medicamentos”, explica.
Las consultas se llevan a cabo en el porche de una casa en una aldea de la región de Suroeste de Camerún. Esua no es un profesional médico, sino un voluntario comunitario capacitado por Médicos Sin Fronteras (MSF) para ofrecer atención médica primaria a algunas de las comunidades más vulnerables y de difícil acceso de la región.
Durante los últimos cuatro años, las regiones de Noroeste y Suroeste de Camerún se han visto sacudidas por la violencia armada entre fuerzas gubernamentales y grupos armados rebeldes, que ha desplazado a más de 700,000 personas.
Las necesidades humanitarias son enormes. Las comunidades desplazadas tienen muchas dificultades para acceder a servicios básicos, incluida la atención médica. La crisis ha afectado gravemente al sistema de salud pública. Muchos centros de salud han cerrado o no funcionan, los trabajadores y centros médicos están siendo un blanco directo de la violencia y la inseguridad obstaculiza el suministro de medicamentos y equipos médicos.
Dado el alto nivel de inseguridad, las organizaciones humanitarias sufren muchos problemas para llegar a las comunidades desplazadas, que a menudo buscan refugio en zonas boscosas y remotas.

Atención para la comunidad, brindada por la comunidad
Para ofrecer asistencia médica en estas regiones en condiciones tan complicadas, MSF ha puesto en marcha un modelo de atención en el que es la propia comunidad, a través de personas voluntarias como Esua, la que se encarga de asistir a su comunidad.
“Las personas voluntarias de salud comunitaria son el puente entre las estructuras de salud que apoyamos y las comunidades vulnerables que no tienen acceso a los centros de salud, ya sea porque están desplazadas, porque las estructuras de salud están cerradas o porque no pueden pagar los servicios médicos”, afirma la coordinadora de MSF, Yilma Werkagegnehu.
Actualmente, MSF trabaja con 106 voluntarias y voluntarios comunitarios en varios distritos de salud cercanos a las localidades de Mamfe y Kumba en la región de Suroeste. Hasta diciembre de 2020 se realizaban actividades similares en la región de Noroeste, pero estas se han parado tras la decisión de las autoridades de suspender las actividades de MSF en la zona.
Las y los voluntarios de salud comunitaria son recomendados y elegidos por los líderes comunitarios y MSF les forma para detectar y tratar enfermedades simples como casos no complicados de malaria e infecciones del tracto respiratorio, desnutrición y diarrea. También aprenden a realizar actividades de promoción de la salud para evitar que las personas se enfermen y a estar al pendiente de muestras de abuso sexual y aflicción psicológica. Aunque es posible que no sean profesionales médicos, estas personas voluntarias han sido instruidas para adherirse a la ética médica y para tratar a los necesitados, independientemente de su formación.
En 2020, realizaron más de 150,000 consultas médicas gratuitas en las regiones de Suroeste y del Noroeste.
Las voluntarias y voluntarios de salud comunitaria reciben incentivos económicos por su trabajo. Se les entrega una mochila con medicamentos esenciales y se les convoca a reuniones periódicas con las y los supervisores de MSF para discutir su trabajo, recibir consejos y compartir datos médicos. Sus mochilas se vuelven a llenar antes de volver a visitar comunidades remotas, para lo cual a menudo caminan durante varias horas al día.

Si las necesidades médicas del paciente exceden el conocimiento y capacidad de la persona voluntaria, esta debe derivarle a instalaciones de salud apoyadas por MSF donde pueda recibir tratamiento adecuado. Este es el caso por ejemplo de niños y niñas con malaria severa, mujeres con embarazos complicados, sobrevivientes de violencia sexual o pacientes que han sufrido otros tipos de violencia.
Uno de los pacientes referidos es una niña de siete años llamada Dorcas. Está sentada en un banco junto a su madre fuera del Hospital General Presbiteriano apoyado por MSF en Kumba, en la región de Suroeste. Tiene la pierna izquierda escayolada.
“La niña resultó herida en un accidente de tráfico y fue remitida al hospital por uno de los voluntarios de nuestra comunidad”, dice la doctora Guisilla Dedino. “Le hicieron un reconocimiento médico en la sala de urgencias y se le diagnosticó una fractura abierta de la pierna izquierda. Un cirujano de MSF la operó. Está progresando, y la fractura muestra signos positivos de estar curándose”.
Viajar desde aldeas remotas hasta los centros de salud es un gran desafío para muchas personas debido a la inseguridad, las malas condiciones de las carreteras y la falta de transporte. MSF ofrece un servicio de ambulancia gratuito durante las 24 horas del día y siete días por semana. Las ambulancias recogen a los pacientes que se ajustan al criterio en determinados puntos y los transportan a los centros de salud y hospitales apoyados por MSF.
Cuando MSF no puede llegar, se proporciona dinero para que los pacientes utilicen transporte público y se desplacen a las estructuras de salud o puntos de recogida. Gestionar este modelo de atención y servicio de ambulancias no es fácil en un entorno tan inseguro.
“Los voluntarios de nuestra comunidad a veces son acosados por hombres armados”, dice el coordinador de emergencias de MSF para la región de Suroeste, Paulo Milanesio. “Estamos en constante diálogo con diferentes grupos para garantizar su seguridad. Necesitamos que todos comprendan que los voluntarios de la comunidad y las ambulancias son un salvavidas muy necesario para las comunidades vulnerables que de otro modo se verían privadas de atención médica”.