Luis Encinas, trabajador de Médicos Sin Fronteras, cuenta que, hasta que no se comercialice un medicamento y una vacuna completamente aprobados y eficaces, el riesgo del ébola siempre estará latente.
Luis Encinas, trabajador de Médicos Sin Fronteras, cuenta que, hasta que no se comercialice un medicamento y una vacuna completamente aprobados y eficaces, el riesgo del ébola siempre estará latente.
Luis Encinas es uno de los trabajadores de Médicos Sin Fronteras (MSF) con mayor experiencia en Ébola. Atendió la gran epidemia de 2014-2016, en Sierra Leona, Guinea y Liberia.
En 2018, cuando comenzó el décimo brote de ébola en República Democrática del Congo (RDC), le dio seguimiento a esta crisis humanitaria que todavía no se ha podido controlar debido a la particularidad del virus en la zona, el miedo que tiene la población, la desconfianza en los frágiles sistemas de salud y el contexto en conflicto que obstaculiza la atención rápida. Encinas, enfermero pediátrico, habla en esta entrevista sobre el estado actual de la epidemia y los desafíos para detenerla.
¿Por qué es importante entender esta epidemia?
No es un asunto de africanos en África, es un problema de salud pública internacional. Hasta que no se comercialice un medicamento y una vacuna completamente aprobados y eficaces el riesgo siempre estará ahí.
¿En qué consiste el ébola?
Es una enfermedad viral altamente letal provocada por el virus del mismo nombre que hace parte de las fiebres hemorrágicas, y que se transmite por todos los fluidos corporales ya sea de un paciente o un cadáver positivo con ébola.
¿Cuál ha sido su experiencia atendiendo esta última epidemia?
Siento mucho miedo en la población. Debido al alto índice de mortalidad, un 70 por ciento, la gente piensa que se va morir. También, hay un impacto y una carga cultural muy profundos. Hablamos de una epidemia del miedo, porque están ahí y no saben lo que va a ocurrir. Del nivel humano, rescato los casos de personas que han sobrevivido. Me dan ganas de seguir esta lucha. Hace poco atendí en Butembo a mellizas y, como soy padre de mellizos, me impactó mucho. Sentí alivio cuando les hice la prueba de sangre y salió negativa.
¿Cuáles son las diferencias entre la epidemia de 2014 y la que comenzó en 2018?
Son dos contextos muy distintos. En 2014 tuvimos que atender la epidemia en países con idiomas y sistemas de salud diferentes, donde nunca habían atendido este tipo de virus y no estaban preparados. En ese momento, MSF hizo un llamado para que las organizaciones internacionales respondieran a esa crisis humanitaria, pero solo sucedió hasta que hubo casos de personas europeas infectadas por el virus. Lo que estamos viendo hoy en RDC, donde ya vamos por el décimo brote, es que el acceso es muy difícil por la situación de seguridad a causa del conflicto interno, así como un sistema sanitario muy débil y una desconfianza por parte de la comunidad a las instituciones de salud y a la respuesta internacional. La gente todavía muere en su casa por ébola y eso obstaculiza el control de la epidemia. Es preocupante porque así no vamos a poder frenar, controlar y acabar con esta enfermedad.
¿Cómo ha sido la evolución de la respuesta de MSF para combatir el Ébola?
Desde la década de los noventa trabajamos en este tipo de epidemias y hemos tenido un avance muy grande. Al principio intervenimos porque era algo que afectaba directamente al personal sanitario. Poco a poco comenzamos a intervenir en la parte médica, pero con un enfoque muy paliativo, porque no existía ningún medicamento que curara la enfermedad. En 2014 comenzamos a hacer un llamado público para denunciar que no había ningún avance con respecto al tratamiento. Fallecieron más de 10 mil y, en menos de dos años, se puso en marcha un plan para desarrollar fármacos y una vacuna. Desafortunadamente éstos todavía están en la última fase clínica de desarrollo y no se producen en grandes cantidades. Aún así, desde 2018 MSF dispone de estos medicamentos.

¿Por que todavía no se controla?
Lo que se puede decir es que más de ocho meses después de la declaración del brote de ébola por las autoridades congoleñas, la respuesta global de lucha contra la epidemia ha fracasado. Probablemente debido a varios factores: hay un problema de acceso a la población en pueblos remotos, debido al contexto de inseguridad; un problema de percepción, de colaboración y de implicación por parte de la comunidad que pone en peligro el control de la epidemia, porque necesitamos rastrear a los pacientes y si ellos no van a los centros de atención no los podemos aislar ni evitar que se sigue expandiendo la enfermedad.
¿Cuál es el estado actual de la epidemia?
En febrero de 2019, hubo dos ataques a los centros de tratamiento, uno en Butembo, epicentro de la epidemia con más de 2 mil pacientes, y otro en Katwa. Estos episodios provocaron un incendio y para proteger al equipo y los pacientes, MSF decidió suspender sus actividades. Esto dejó un vacío en términos de capacidad. Ahora estamos trabajando en el Norte de Kivu, en Luberu y Kayna, y en las zonas aisladas de Bwana-Sura y Bunia. En total, de los 1,044 pacientes afectados hemos atendido casi a la mitad, que son 5,378.
¿Cuál es el principal desafío?
Trabajar e incluir al 100 por ciento en las diferentes plataformas de decisión a la comunidad, incluyendo todas las realidades culturales y sociales en la respuesta estratégica de lucha contra el ébola. Solo así, y con los medios de lucha habituales (recursos humanos, logístico y financieros), se podrá asomar a una solución a corto plazo para la lucha contra este brote devastador.