El 25 de noviembre, en Médicos Sin Fronteras (MSF) pusimos en marcha una clínica móvil en la comunidad costera de Dinadiawan, en Dipaculao, Aurora, Filipinas. Durante una semana, MSF nos unimos al Departamento de Salud y a los trabajadores sanitarios provinciales y municipales para proporcionar servicios sanitarios integrales a la comunidad. Estos servicios incluyen consultas médicas, apoyo psicosocial y salud mental, atención de heridas, vacunas de rutina, suministro de medicamentos y detección de desnutrición infantil.
Los tejados de las casas y los centros comunitarios han sido arrancados. Trozos de lámina metálica envuelven los árboles, que ahora están vacíos de hojas y ramas. Las carreteras de montaña están cubiertas de barro, rocas y ramas de árboles debido a los deslizamientos de tierra. “Es como si la tormenta hubiera dado un hachazo a los árboles y destruido gran parte de Aurora”, afirma un vecino.
El supertifón Man-yi (‘Pepito’ de nombre local), es la sexta tormenta que golpea Filipinas en un solo mes. Man-yi tocó tierra dos veces: primero en Panganiban, Catanduanes, el 16 de noviembre, y en Dipaculao, provincia de Aurora, al día siguiente.

“Los vientos eran muy fuertes”
Dinadiawan, Dipaculao, es una comunidad costera de aproximadamente 5,000 personas y una de las áreas más gravemente afectadas en toda la provincia de Aurora. Los deslizamientos de tierra siguieron a las fuertes lluvias, dificultando el acceso a las carreteras, mientras que las mareas de tormenta devastaron las estructuras más cercanas a la costa.
Cuando se anunciaron las advertencias sobre Man-yi, muchas personas se refugiaron en la escuela primaria de Dinadiawan. Delia Macalipay, de 63 años, acudió allí con su familia.
“Los vientos eran muy fuertes. Nos escondimos detrás de un colchón, para protegernos. Todos los niños estaban allí, y yo estaba sosteniendo el colchón. No me di cuenta de que mi pie estaba expuesto, así que cuando el viento rompió el vidrio de la ventana, me lastimé el pie”, dijo.
Vino a la clínica móvil de MSF para que le examinaran el pie. “Es una suerte que el vidrio no se me clavara en la carne”.
Aunque su herida se había curado, su pie estaba hinchado por haber estado sumergido en el agua de lluvia.
La Dra. Marve Duka-Fernandez lideró al equipo médico para esta intervención en Filipinas. “Durante cinco días, vimos a 549 pacientes. La mayoría sufría infecciones del tracto respiratorio superior. También vimos a muchos pacientes que tenían más de 60 años con hipertensión mal controlada”.

También hubo muchos pacientes con diferentes lesiones. “Había pacientes con laceraciones, punciones, heridas en la cabeza, por diferentes accidentes que ocurrieron durante la tormenta o mientras limpiaban y reconstruían después. También vimos mordeduras de perro. Si bien estas lesiones son típicas después de un desastre de este tipo, el peligro es que estas heridas pueden quedar desatendidas durante demasiado tiempo o infectarse. Esto se debe a que las personas están demasiado ocupadas con las reparaciones y la limpieza como para buscar atención médica, o están demasiado concentradas en las necesidades de otros miembros de la familia como para atender sus propias lesiones”.
“Un deslizamiento de tierra se llevó nuestra casa”
Rosalinda Tabil, de 41 años, llegó a la clínica móvil con una herida en el brazo. “Estaba intentando abrir una lata de sardinas para alimentar a mi familia. No tenía un abrelatas, solo un cuchillo. El cuchillo se resbaló y se me clavó en el brazo”.
Tabil y su familia se habían refugiado en casa de unos parientes. En su prisa por huir a un lugar seguro, se vieron obligados a dejar todo atrás. Con sus hijos y otros familiares, eran ocho los que se hacinaban en un espacio reducido, donde solo podían rezar para que el viento no les arrancara el techo que tenían sobre sus cabezas. Se habían trasladado a las zonas bajas más cercanas a la costa, porque su propia casa estaba en las montañas.
“Tuvimos que cruzar tres puentes para llegar aquí”, dijo. “Cuando volvimos a ver cómo estaba nuestra casa, ya no estaba. Un desprendimiento de tierra se llevó nuestra casa”. Junto con su casa, también se llevaron todas sus pertenencias.
Problemas de salud mental: “¿Qué pasará con mi familia si muero?”
Junto a la clínica móvil, la responsable de salud mental Sarah Jane Deocampo habló con los pacientes sobre sus experiencias y traumas. En total, MSF impartió sesiones de psicoeducación para 55 personas, proporcionando conocimientos esenciales sobre salud mental y estrategias de afrontamiento. El equipo de MSF también brindó asesoramiento individual de Primeros Auxilios Psicológicos (PFA) a 35 personas y facilitó una sesión de procesamiento grupal para 11 líderes y trabajadores de primera línea de la comunidad.
Muchas de las personas que buscaron asesoramiento son pacientes de edad avanzada. La mayoría eran mujeres. Pero también tuvimos hombres que querían hablar sobre sus experiencias y traumas por la catástrofe. – Sara Jane Deocampo
“Están tan concentrados en cuidar de sus familias, en tratar de reconstruir sus hogares y sus vidas, en averiguar cómo seguir adelante después de este desastre, que ignoran sus propios sentimientos junto con sus propias lesiones y problemas de salud. Cuando finalmente vienen a nosotros para recibir asesoramiento, se permiten llorar y liberar sus miedos y frustraciones. Solo entonces se permiten sentir algo más que desesperación, y sólo entonces pueden pensar en su futuro”.

Evangelina Ramiro se aseguró de que sus familiares tuvieran consultas médicas antes de aceptar tener una sesión de asesoramiento individual. Deocampo compartió: “Tiene dos hijos y dos nietos que son mudos. A los 73 años, ella todavía es quien cuida de toda su familia. Su esposo murió hace años y sus otros hijos se fueron de la provincia de Aurora. Ella me dijo: ‘Mi mente todavía es capaz, pero mi cuerpo no tanto. ¿Qué pasará con mi familia si muero? Ni siquiera pueden cocinar sus propios alimentos”.
“Aún así, después de nuestra sesión de asesoramiento, dijo: ‘Salamat, anak. (Gracias, mi hija). Por un momento, sentí que no me estaba ahogando en mis problemas”.
Dificultades de acceso y evaluación por deslizamientos de tierra
Man-yi afectó a muchas áreas que aún se estaban recuperando de los ciclones anteriores. MSF visitamos las provincias de Catanduanes en la región de Bicol, y Cagayán, Isabela, Nueva Vizcaya y Aurora en el norte y centro de Luzón, para evaluar las necesidades de las comunidades afectadas.
“Para evaluar Cagayán, Isabela, Nueva Vizcaya y Aurora, necesitábamos cuatro o cinco horas de viaje en un sentido para llegar a una comunidad, y luego otras cuatro horas para regresar a la ciudad de Tuguegarao, Cagayán, antes del anochecer. Solo podíamos llegar a un municipio por día, dos si teníamos suerte. Hubo un día en el que estuvimos en la carretera más de 14 horas. Una vez tuvimos que dar marcha atrás, porque aunque casi habíamos llegado a la provincia de Aurora, graves deslizamientos de tierra habían bloqueado el camino y las autoridades locales consideraron que era demasiado peligroso para cualquiera pasar”, afirma Daryll Von Abellon, logista de MSF.

“Otro desafío fue el hecho de que seis tormentas habían devastado el país en un solo mes. Tuvimos que determinar cuál de las áreas afectadas fue la más afectada por la tormenta más reciente, cuál tenía las mayores necesidades, a cuáles podíamos acceder. Los equipos locales de respuesta a desastres y las oficinas de salud nos dijeron: ‘Estábamos preparados para una o dos tormentas este mes, pero hubo seis y eso fue demasiado’”.
Para llegar a Dinadiawan, Dipaculao, desde Baler, la capital de la provincia de Aurora, el equipo condujo casi dos horas por carreteras en zigzag entre montañas y océano. En Dipaculao, la clínica móvil se instaló en carreteras a menos de un kilómetro de la costa, donde todavía había madera y otros escombros esparcidos por toda la playa.
Después de una semana de clínicas móviles en Dinadiawan, MSF realizamos una capacitación de primeros auxilios psicológicos para 30 trabajadores de la salud de la Oficina de Salud Provincial de Aurora.
Médicos Sin Fronteras concluímos nuestra respuesta de emergencia en Filipinas el 2 de diciembre de 2024.