Historias sobre el impacto del tifón Rai, en algunas de las zonas más afectadas de Filipinas

©A metal beam fell from the roof and pierced the windshield of this rescue vehicle at Dinagat District Hospital, Dinagat Island Province.

Las personas sobrevivientes y el personal de Médicos Sin Fronteras (MSF) comparten sus historias sobre el impacto del tifón Rai (conocido localmente como Odette) en algunas de las áreas más afectadas de Filipinas

Las personas sobrevivientes y el personal de Médicos Sin Fronteras (MSF) comparten sus historias sobre el impacto del tifón Rai (conocido localmente como Odette) en algunas de las áreas más afectadas de Filipinas.
 

“¿Cómo podemos recuperarnos de esto?”

Marie Kris Yurtes es la secretaria de Barangay* Catadman, en la ciudad de Surigao.
 
Antes de la tormenta, el Departamento del Interior y Gobierno Local envió un mensaje diciendo que el súper tifón Odette (nombre internacional: Rai) llegaría el 16 de diciembre. Dijeron que deberíamos prepararnos, y que probablemente habría fuertes vientos y grandes olas.
 
Entonces, en la mañana del 16, recorrí todo el pueblo. Le dije a la población que quien quisiera evacuar debía ir a nuestra iglesia, porque ese es el punto más alto. La escuela, que era nuestro centro de evacuación habitual, estaba cerca del mar.
 
Hacia el mediodía el viento se hacía más intenso. Con vientos tan fuertes parecía que había un tornado, así que mi esposo y yo trasladamos a nuestros tres hijos a la iglesia. Cuando llegamos, ya había unas 30 familias allí.
 
Vimos caer dos árboles de mango en nuestra calle. Vimos techos que volaban de las casas y caían al suelo. Parecía que el huracán había arrancado los techos de las casas. Los vientos eran tan fuertes que incluso mientras caminábamos, parecía que el viento nos iba a levantar. En la iglesia vimos que una persona había resultado herida. Le había golpeado una lámina de metal que se había desprendido del techo de alguien.
 
Fuimos a revisar nuestra casa, mi esposo dijo que no estaba, que se había derrumbado. Miré otras casas y también habían desaparecido.
 
Regresamos a la iglesia y los vientos cambiaron, de repente venían del sur. Alrededor de dos horas de vientos muy fuertes, se dañó el techo de nuestra iglesia.
 
El agua del mar casi llegaba a la iglesia. No podíamos hacer otra cosa que rezar. Dormimos allí porque ya no teníamos casa adonde ir. Esa noche no comimos porque nadie podía preparar arroz. A la mañana siguiente, fuimos a donde habían estado nuestras casas y armamos refugios improvisados.
 
Desde la tormenta, no podemos hacer otra cosa que mirar nuestra casa y ver cómo la vamos a arreglar. Lo que podamos salvar, lo arreglamos. Lo que no podemos, lo tiramos. Toda nuestra ropa se mojó y tenemos que lavarla para tener algo que usar.
 
Gracias a Dios nadie murió en esta zona. Algunas personas enfermaron, pero en su mayoría eran solo resfriados y tos. Solo usamos hierbas medicinales para tratarlos porque el camino hasta la ciudad es largo. El centro de salud fue destruido. Todavía no hemos podido repararlo porque hemos estado trabajando primero en nuestras propias casas.
 
Ha pasado un mes desde la tormenta y pensamos en cómo podemos recuperarnos. Es muy difícil. Mi salario como secretaria no es suficiente. A veces pensamos, ¿cómo podemos recuperarnos de esto? Nuestros familiares enviaron ayuda y pudimos poner un techo sobre nuestras cabezas. Pero es tan difícil. En lugar de ampliar nuestra casa, ahora no tenemos nada, nuestra casa quedó totalmente dañada. Estamos agradecidos de que muchas personas enviaran alimentos. Nos hemos recuperado un poco. Pero el dolor de no tener casa, eso es lo que sentimos.
 
 
 

“Tenemos que volver a contar 10 años antes de poder cosechar algo”

Queencel Catulay es una agricultora de Barangay Sugbay, en la ciudad de Surigao.
 
He visto un gran huracán antes, el tifón Nitang en 1984. La población ha aprendido lo que sucede cuando nos golpea un huracán extremadamente fuerte. Nuestros vecinos terminaron en los manglares. Y había otros en el estanque, muertos. Realmente esperábamos que Odette (nombre internacional: Rai) no fuera una repetición de Nitang.
 
Pensé que todos íbamos a morir. Había vientos muy fuertes, y las olas eran enormes. Pero todos nos ayudamos.
 
Tres días antes de la tormenta, el capitán del Barangay y yo fuimos de casa en casa, diciéndoles a las personas que evacuaran. Algunas no querían dejar sus hogares, sus medios de vida y sus animales. Intentamos convencerles de que fueran al centro de evacuación. Teníamos la esperanza de no perder a nadie en nuestro pueblo.
 
Me asusté mucho porque vi que el viento entraba en el centro de evacuación. Luego hubo otra ráfaga de viento, y fue como si chocaran. Como si los vientos levantaran el edificio en el que estábamos. Conseguimos una cuerda y la atamos al edificio, para que todas las personas pudieran agarrarse.
 
Todos lloraban y algunos decían que faltaba alguien. Así que salimos a rescatarlos. Estábamos empapados. Algunas personas, las ramas de los árboles les cayeron encima, pero nos ayudamos mutuamente. Había una mujer que parecía que estaba a punto de dar a luz. Teníamos miedo porque no sabemos cómo ayudar en el parto.
 
La inundación, el agua de mar, debe haber tenido tres metros de altura en el centro de evacuación. Dije 'Señor, por favor, ten piedad, sálvanos. No importa si lo perdemos todo mientras no muera ninguno de nosotros'. Estoy muy agradecida porque nadie murió. Pero lloré mucho porque uno de mis hijos se separó de mí. Pensé que si íbamos a morir, lo haríamos todos juntos.
 
Al día siguiente, cuando miré alrededor del pueblo, era como un pueblo fantasma. Todo se ha derrumbado, especialmente nuestro centro de salud y nuestra escuela, como si la tormenta se los hubiera llevado. No quedó ni un trozo de techo, ni siquiera las paredes, no quedó nada.
 
Aquí, en Sugbay, tenemos 172 familias. Somos agricultores. Plantamos yuca, coco. Pero ahora, los cocoteros no crecerán. ¿Cómo sobrevivirán los agricultores? Tienen que empezar de cero. Los cocoteros tienen que crecer 10 años antes de poder cosechar. Tenemos que volver a contar diez años antes de que podamos cosechar algo.
 
Algunos, como mi esposo, viven del mar. ¿Cómo podemos vivir si no tenemos barcos? Perdimos nuestras redes, nuestras jaulas para peces. No pudimos salvar nada. No tenemos nada que podamos usar en el mar. El préstamo del barco aún no está pagado. Ahora no sé cómo vamos a pagar. Si pudiéramos tener un solo barco y redes, sería de gran ayuda.
 
Estoy agradecida, a pesar de todo lo que pasó, porque llegó alguna ayuda: arroz, comida enlatada, kits de higiene.
 
Necesitamos ayuda para reparar nuestras instalaciones en especial el centro de salud y nuestro puente.
 
Aquí no ha muerto nadie, gracias a Dios. Nadie se perdió, ni siquiera se enfermó, entre todas las personas que evacuaron.
 
Nuestros vecinos, las y los adultos mayores, lo siento mucho por ellos. Precisamente hoy, una mujer se cayó en la carretera porque estaba demasiado resbaladiza. Esto siempre sucede cuando llueve.
 
Pero todavía podemos hacer frente, incluso con todas las dificultades. No podemos perder la esperanza.
 
 

“Es muy difícil acceder a muchas zonas”

La Dra. Chenery Ann Lim es la coordinadora de emergencias de MSF que a cargo de la respuesta al tifón Rai
 
Es muy difícil acceder en muchas de las zonas aquí. No nos referimos solo a las dificultades meteorológicas. Necesitamos barcos para ir de una isla a otra. A veces el barco grande no puede entrar porque las islas son demasiado pequeñas. Así que tenemos que alquilar barcos más chicos.
 
A veces, cuando vamos a las islas, somos el primer equipo médico que ven. A menudo, la mayoría de pacientes tienen infecciones del tracto respiratorio superior. Hemos visto algunos con gastroenteritis, otros que necesitan medicamentos de mantenimiento. Muchos de sus medicamentos se perdieron porque sus casas ya no están. Es muy difícil para ellos. Por lo tanto, estamos brindando servicios sanitarios y entregando medicamentos gratuitos.
 
MSF ha estado gestionando clínicas móviles y distribuyendo kits de higiene. Durante las consultas médicas, hacemos pruebas de desnutrición a las niñas y los niños.
 
En los hospitales falta personal sanitario, pues también fueron afectados por la tormenta. Así que tenemos personal médico de MSF en uno de los hospitales de distrito, para ayudar a que los servicios de salud continúen.
 
 

“Era como si todos fueran arrastrados y llevados al medio del mar”

Jonathan Pillejera,  logista de MSF
 
Cuando llegamos aquí por primera vez, vimos cómo la tormenta había arrasado con toda la isla. Tan pronto como atracó el barco, pudimos ver dónde habían caído los árboles en la montaña, las casas estaban destrozadas, las calles llenas de escombros. Seguía lloviendo y era muy difícil encontrar barcos que navegaran de Surigao a Dinagat. Solo viajaban unos pocos barcos comerciales, y todos estaban llenos.
 
Las carreteras en Dinagat están en pendiente, por lo que el agua realmente baja y luego los caminos al pie de las colinas están todos bajo el agua. Incluso los sistemas de transporte bao-bao (vehículos de tres ruedas) no pueden circular. Hay áreas que no se pueden limpiar de inmediato.
 
Visitamos diferentes pueblos para evaluar sus instalaciones sanitarias. Casi todo estaba destruido, imposible de utilizar, especialmente en las zonas costeras. Basilisa es una de las zonas más dañadas, con más del 50% de las casas destruidas. En Cagdianao, hay un pueblo llamado Boa, al que nadie pudo llegar en más de una semana. El cien por ciento de las casas resultaron dañadas. A la gente no le queda mucho.
 
Nos aseguramos de que todo lo que hacemos esté bien coordinado con los funcionarios del gobierno local y las oficinas provinciales de salud.
 
Mientras realizábamos nuestra evaluación en el pueblo costero de Laguna, el capitán del Barangay lloró porque realmente no esperaba que eso le sucediera a toda su aldea. Las casas quedaron totalmente arrasadas. Dijo que era como si se las tragaran las olas de cuatro metros de altura. Su centro de evacuación estaba en la cima de la montaña y veían cómo sus casas eran golpeadas por los vientos, azotadas por grandes olas. La sensación era como si todo iba a ser arrastrado por la corriente y llevado al medio del mar. 
 
 
*El Barangay es la unidad administrativa de gobierno más pequeña de Filipinas.

 

9 de febrero de 2022

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