El diálogo plantea rescatar la noción de comunidad al tiempo que se incentiva el fortalecimiento de actitudes de resiliencia, especialmente en los más jóvenes de la colonia, que desconocen cómo es vivir tiempos de paz.
Por Eugenia Rojas, Gestora de actividades de Información, Educación y Comunicación (IEC) del proyecto de MSF en Acapulco.
Día 13 de septiembre. Los medios de comunicación publican la noticia de cuatro asesinatos, acontecidos en algún lugar del estado de Guerrero; cuatro varones, tres de ellos menores de edad. El texto va acompañado por fotos de los cadáveres, con sendos tiros en la cabeza. (Se me remueven las tripas, el corazón palpita tristeza).
Estas son las imágenes que a diario circulan por las redes sociales, las mismas que alimentan el miedo de los jóvenes guerrerenses y sus familias, a ser víctimas de algún episodio de violencia. En México, el estado de Guerrero es especialmente reconocido por la violencia que soportan sus habitantes. Este inicio de siglo será recordado por trágico y por haber condicionado la memoria colectiva, a través del cúmulo de momentos traumáticos que suceden a diario. Momentos que son relegados por la propia población, harta de hablar de violencia y de la constante evocación del dolor propio y ajeno.
En este contexto Médicos sin Fronteras abrió espacios de diálogo con el objetivo de recuperar la memoria de un pasado reciente, a través de testimonios de adultos mayores, beneficiarios de los programas que se desarrollan en el puerto de Acapulco. Recuperar los recuerdos de los primeros habitantes de la colonia, a través de sus relatos personales, permite al resto de nosotros imaginar cómo construyeron, ayudaron a fortalecer y vieron crecer su barrio. El diálogo plantea rescatar la noción de comunidad al tiempo que se incentiva el fortalecimiento de actitudes de resiliencia, especialmente en los más jóvenes de la colonia, que desconocen cómo es vivir tiempos de paz.
Desde Médicos Sin Fronteras la finalidad del recuerdo (para qué) y el evocar (cómo), se realiza también desde la atención individual y en grupos, a la población afectada por la violencia cotidiana, proporcionando acceso a servicios de atención psicológica, para desarrollar procesos de bienestar mental comunitario. Las intervenciones en terreno, por parte de los equipos MSF ayuda a la población a sobreponerse de la dura carga que representa vivir en un medio que ha normalizado la violencia, en todos los sentidos.
Los testimonios de los moradores más antiguos de la Colonia Jardín, en Acapulco, sobre los barrios que habitan, son extensos, llenos de detalles personales:
Don Valente: Los tiempos van cambiando, soy uno de los fundadores de esta colonia Jardín Palmas. Antes de que viniéramos este era un lugar montañoso. ¿Cuándo va a ser igual?, Yo compré mi terreno. Antes era bonito, nosotros hicimos las calles.
Don Félix: La Colonia Jardín se fundó en 1966; el mercadito de Jardín Palmas en 1967, solo había caminos no eran calles. En esas épocas trabajé de albañil, carpintero, plomero. Era vago, me gustaba andar en la calle, antes el dinero me sobraba porque me sobraba la chamba. … Se empezaron a pavimentar las calles de Azteca y Mangos. Palmas no se alcanzó a pavimentar porque el presupuesto se terminó. También participé en arreglar el DIF de Palmas, antes solo era una cancha de fútbol. Cuando llegué había muy poquitas casas y eran como ranchitos, las casas eran de piedra, madera o de zacate y se sembraba al natural, sin tanta cosa como ahora. Había muchos árboles y el agua era muy limpia. No había caminos, puras vereditas, había que caminar y caminar para salir a comprar.
María Luisa Rosas R.: Los urbaneros pusieron los nombres a las colonias, Palmas, Mangos y Azteca. Palmas porque había muchas palmas, Mangos porque había muchos árboles de mangos y Azteca por la secundaria que se llama Aztecalli.
Las historias de los adultos mayores forman parte de la memoria colectiva, que necesita recordar de donde viene, para construir una perspectiva de hacia dónde nos gustaría llegar; siendo conscientes de que existieron y existen posibilidades de habitar esta ciudad, a partir de diversas formas de sentir y de ser ciudadano. Los abuelos y abuelas son el testimonio vivo de que las identidades individuales y colectivas, sobre todo la de los más jóvenes, tienen la oportunidad de consolidarse sobre la base de pensamientos positivos de colaboración y confianza en mis vecinos; gracias a ellos y ellas sabemos que a través de la cooperación se puede construir un barrio entero con servicios básicos e infraestructura social.
Desde los objetivos del proyecto interesa nombrar las violencias para acompañar a la gente mientras enfrentan sus consecuencias, reconstruyen identidades y proponen recursos para hacer frente a los relatos derrotistas de los jóvenes. Los viejos narran para sí mismos, sin saber que la capacidad de recordar permite a la comunidad enfrentar la imagen del horror, que se repite día a día, sabiendo que no siempre fue así.
El diálogo intergeneracional repele la idea de que la violencia es normal y siempre estuvo aquí: los recuerdos de los abuelos son un ejemplo tangible de lo importante que es cooperar y confiar en las personas que viven en mi calle: fomentar las relaciones sociales de cuidado, como parte de una necesidad básica de compartir el dolor y la esperanza de un presente y un futuro diferente.
Don Valente: Las personas van cambiando, antes había más confianza no había mucha delincuencia, son profecías que se están cumpliendo, nos damos cuenta en cómo está el gobierno. Antes sí se ayudaba a la gente, yo fui albañil y ayudábamos a la gente con sus casas. La colonia Jardín ha cambiado porque antes no estaba como hoy, los chamacos no tienen traza de nada.
Don Félix: Antes era tranquilo.
María Luisa Rosas Reyes: Mi abuela llegó a la colonia en 1969, de “paracaidista” la trajo un líder, recuerdo como si ahorita lo estuviera viviendo. En la Av. Palmas había muchas piedras, nos organizamos y abrimos la calle. Llegó la líder Lupita Maganda y ella dijo que las mujeres eran dueñas de los terrenos por eso las escrituras estaban a sus nombres. Las cosas se descompusieron pasadito del año 90, empezaron a fumar marihuana, empezaban los asaltos, siempre ha existido la violencia doméstica. A los chamacos se los llevaban los policías y sus madres iban a la comandancia a pagar para que los soltarán.
Migdalia Jiménez: llegué en 1968, tenía 18 años, me trajeron desde mi pueblo, no había luz, teléfono ni agua, tengo 5 hijos. Antes podíamos ir al centro en la noche, observando la luna; veníamos de fiesta en la noche, ahora ya no se puede. Hace 6 años empezaron a matar a vecinos urbaneros. Tenemos que trabajar, tenemos que salir, está muy difícil, antes éramos más organizados todos.
Trinidad Torres Vásquez: Hay mucha violencia. A mis hijos los amenazaron de muerte; pero Acapulco es bonito a pesar de los problemas.
Paralelamente a las actividades con personas mayores, desarrollamos una propuesta de talleres de pintura y manualidades con jóvenes de 8 a 19 años. En las conversaciones que mantenemos de manera informal con los jóvenes, nos cuentan su frustración por haber nacido en este lugar, donde las calles se han convertido en espacios de desconcierto, miedo y angustia. Desconcierto porque nunca se sabe si un episodio de violencia se cruzará en su camino, miedo y angustia por tener que lidiar, solos, con la posibilidad de una amenaza de muerte, un secuestro, una violación o alguna forma de agresión que les afecte a ellos o algún miembro de su familia.
Don Tacho: antes eran cosas buenas, ahora puras cosas malas. Se hacía la feria con el turismo, el turismo se fue por la inseguridad. Yo pensé que la vida siempre iba a ser igual. Ahora no puedes vender nada porque te piden cuota.
Don Pompeyo: antes era tranquilo, salíamos en la noche, había confianza entre las personas antes se saludaban. La confianza se pierde porque ya no hay respeto, no hay manera de que se componga.
Desde los talleres los adolescentes tienen la oportunidad de recrear un modelo de futuro menos incierto, encarar y proyectar su relación con la sociedad que habitan, desde el deseo de salir de su “encierro seguro” para vivir con “normalidad”, en referencia a “vivir en paz”. Se evidencia también la necesidad de recuperar valores éticos en la comunidad, para ayudarla a diseñar por sí misma, prácticas de protección colectivas, que posibilite recuperar espacios (parques, canchas y locales culturales) y diálogos (con profesores, padres, autoridades y vecinos).
Desde MSF acompañamos esta búsqueda por medio de la re-significación y reivindicación de una cotidianidad pacífica y solidaria; analizando posibilidades de construir en la adolescencia perspectivas de futuro; para que puedan librarse de involucrarse en la confrontación armada, contemplando posibilidades de construir existencias libres de violencia. Poco a poco en los talleres, los jóvenes, comienzan a tener curiosidad sobre las posibilidades de expresarse, de imaginar el futuro, de participar en un espacio que tome en consideración sus necesidades e intereses y en el cual, a través de juegos y reflexiones, el grupo va socializando sus necesidades y deseos. Al mismo tiempo conocen a otros chicos y chicas de su edad con las mismas ilusiones y frustraciones, desarrollan la confianza y las ganas de crecer juntos.
Este es el trabajo con el que estamos comprometidos: atender a los colectivos de adultos mayores y jóvenes de las colonias en Acapulco, para rescatar la esperanza en el futuro.
Al inicio del trabajo preguntamos a los jóvenes cómo veían sus opciones de futuro y respondieron con silencio. Actualmente al hablar de su participación dentro de la comunidad, los/las jóvenes comentan que su falta de participación y motivación puede deberse a la poca estimulación que tienen de su círculo familiar o en los centros educativos; sin contar que muchos de ellos no tienen recursos suficientes para abandonar la colonia (deseo expresado de forma recurrente) o pagarse estudios superiores.
El trabajo lo realizan promotores comunitarios, psicólogos sociales y psicólogos clínicos que han sido capacitados para acompañar los procesos que se desarrollen en las comunidades y a través de los que la gente presiente puede recuperar la confianza en su entorno, construir un futuro menos violento y tener perspectivas de mejora.
Dentro del programa de Salud Mental en la Colonia Jardín, se continúa realizando eventos para fortalecer la participación de los/las jóvenes (murales participativos, manualidades, talleres de dibujo y más); como una estrategia que evite que sean portadas de periódico, les aleje de la posibilidad de convertirse en víctimas o victimarios y les devuelva la oportunidad de creer en el futuro.