Alejandrina Camargo trabajó hasta abril como referente médico del Centro de Atención Integral (CAI) de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Ciudad de México, donde brindamos tratamiento especializado a sobrevivientes de violencia extrema.
Soy médica general en formación en psiquiatría, con experiencia en proyectos de migración en Panamá y México. Desde 2022 trabajo con personas migrantes donde la vulnerabilidad y el sufrimiento se manifiestan con crudeza. Son personas que enfrentaron tratos degradantes, secuestros, torturas, extorsiones o desapariciones forzadas. La violencia física y psicológica deja marcas profundas, especialmente en mujeres y niños, población que ha aumentado en los últimos años en la ruta migratoria.

El trauma es constante: la inmensa mayoría de nuestros pacientes sufre trastorno de estrés postraumático, algunos en formas complejas. La violencia contra la comunidad LGTBQ+ también es brutal; enfrentan persecuciones homófobas y torturas. Los pacientes mexicanos y las víctimas de trata también son un grupo muy vulnerable. Nuestro trabajo busca aliviar el dolor, brindar un espacio seguro para la recuperación, a través de valoraciones individuales y fortaleciendo la resiliencia.
Un caso que me impactó fue el de una mujer que, tras una tortura, no podía cuidar a sus hijos y fue necesario intervenir para protegerlos. La violencia atraviesa a las personas y a menudo les impide reconstruir sus vidas. La atención interdisciplinaria, las actividades grupales y la ayuda humanitaria que proporcionamos buscan devolver esperanza y dignidad en medio del caos.

También recuerdo a un joven iraní de 18 años que desde niño vivió en un contexto de violencia y persecución política. Había llegado solo a México tras una travesía peligrosa en la que vivió episodios de violencia extrema. Su historia refleja cómo la violencia y persecución cruzan fronteras, dejando cicatrices mentales y físicas. Aunque logró llegar a EE. UU., su experiencia nos recuerda la importancia de acompañar, estabilizar y ofrecer esperanza a quienes huyen de la muerte.
Nuestro objetivo no es curar, sino aliviar el sufrimiento. Cada paciente, cada historia reafirman nuestro compromiso de escuchar, proteger y acompañarles en su camino hacia la recuperación y la seguridad.