Testimonios desde los centros de MSF para las víctimas de tortura
1. Sentí que era el inicio del fin de mi sufrimiento
Testimonio de Layla* paciente de MSF admitida en uno de nuestros centros a lo largo de las rutas migratorias.
“He estado sufriendo desde tengo 14 años. Debería haberme quebrado como cada niña que sufre tal violencia, pero era resistente. Eventualmente conocí a mi esposo que también era activista y me enamoré de él. Nuestra vida era maravillosa […]. Fue durante mi segundo embarazo. Tenía nueve meses cuando vinieron a detenerme y comenzaron a golpearme. Tuve un parto prematuro dentro de la prisión. Me desmayé cuando vi a mi bebé recién nacido en el piso. Posteriormente fui liberada.
Mi padre intervino para que pudiera ser liberado, pero ellos también lo detuvieron y lo golpearon severamente; sufría de una enfermedad incurable y murió en la prisión después de un mes y medio. Cuando mi esposo fue liberado, había cambiado, se volvió más agresivo. Se perdió a sí mismo. A pesar de que su condición no era estable, seguimos luchando. Cuatro años después de aquel incidente, lo detuvieron nuevamente. Entonces vinieron y me llevaron a mí también.
Esto cambió mi sufrimiento.
Llevaron a mi esposo conmigo y comenzaron a violarlo frente a mí. Luego me violaron frente a él. Fue un punto de crítico en nuestras vidas.
Después de eso, me rechazó a mi y a mi familia. Perdimos contacto con él, pero escuché que fue detenido en repetidas ocasiones. […]
Luego empezaron a atacar a mis hijos. […]
Entré a la habitación sosteniendo un palo y gritando que los mataría. Alcancé a escuchar los alaridos de mi pequeño mientras lo violaban, pero no pude encontrar a mis niñas; les habían atado la boca para que no pudieran gritar. Se dispersaron en cuanto escucharon mis gritos. Entonces supe que tenía que huir.
Cuando llegué estaba desesperada. No era elegible para recibir asilo porque no tenía ningún apoyo financiero, así que necesitaba desesperadamente encontrar un trabajo para mantenerme a mí misma y a mis hijos. Una mujer de mi comunidad me ofreció un empleo como trabajadora doméstica. No tenía nada, tuve que aceptarlo. Cuando llegué a nuestro punto de encuentro, ella estaba ahí con otros dos hombres. Subí al carro. Empezamos a conducir pero me llevaron a un lugar desierto. Traté de protegerme pero el hombre sentado a mi lado sacó un arma y me amenazó. Resistí pero pusieron algo parecido a una pluma en mi cuello. Mi cuerpo empezó a temblar. Estaba paralizada pero mi cerebro seguía funcionando. Gritaba, pero no podía moverme. Me sacaron del auto y comenzaron a violarme. Uno de ellos puso un químico blanco sobre mi, era extremadamente doloroso. Luego se fueron […]. Mi mayor preocupación eran mis hijos. Fui a buscarlos. Estuve llorando toda la noche. Busqué ayuda y me dijeron que fuera inmediatamente con MSF.
Llamé a la línea directa, no habían pasado 72 horas y recibí una cita para la mañana siguiente. Cuando llegué a la clínica sentí que era el inicio del final de mi sufrimiento. MSF hizo de todo para ayudarnos. Todos nos apoyan, los doctores, los ginecólogos, los psicólogos, los trabajadores sociales. También traje a mis hijos para ser tratados. Al menos pudimos tener apoyo psicológico.
* El nombre ha sido cambiado
2. Siento que he tomado un nuevo aliento
Testimonio de Ahmed* proveniente de Siria, recolectado en uno de los proyectos de MSF a lo largo de las rutas migratorias.
“Acudo al centro desde hace casi un año. Antes de hacerlo, no quería que las personas supieran que había sido dañado o que había sufrido durante mi estancia en la prisión. Le pedí consejo a un amigo, me dijo que los hospitales privados eran costosos y me derivó a este centro. Cuando el personal del lugar me llamó para hacer una cita, no estaba seguro de acudir. Me trajeron para ayudar a otras personas, la idea de recibir ayuda me hacía sentir extraño. No quería recibir nada de nadie. También dudaba porque no estaba 100% seguro de los procesos en el centro.
Finalmente decidí ir. Mi esposa apoyó la idea de que tratara de seguir adelante. Mi primera entrevista fue con un doctor. Ella realmente me ayudó a hablar sin reservas y encontrar mi voz. Después de la cuarta o quinta sesión pude abrirme y sentirme cómodo trabajando con todos en el centro. Incluso comencé a escribir diarios sobre mis experiencias.
En mi vida diaria, las personas siempre me preguntaban: ¿te sientes enfermo?, ¿estás herido?, ¿pasa algo malo? Médicamente, las cosas que estoy sufriendo son muy sensibles. Cuando vine al centro por primera vez estaba en el punto más bajo, sin embargo, después de un mes comencé a notar una diferencia en mí. Leí mis diarios y vi como improvisaba de una semana a la otra.
Empezamos a sentir esperanza. El personal del centro transformó mi vida. Cuando entro al centro me siento como en casa, siento que somos parte de una familia. Medicamente, también hubo cambios. La primera vez que llegué al centro no podía mover mi mano izquierda. Me era imposible estar sentado en una silla por más de 10 minutos. No podía moverme libremente. Ahora puedo caminar más, puedo usar mis manos. Solía trabajar en un negocio de importaciones y exportaciones. Una mensajera siempre me preguntaba, “¿por qué solo utilizas tu mano derecha y no tu mano izquierda?” Después de seis meses, pude darle una hoja de papel usando ambas manos y le dije: “mira, no estoy enfermo”.
Además, sufría problemas urinarios. Eso significa que no podía dormir muy bien. Tenía que ir al baño cada cinco o diez minutos. Era muy difícil tener un día normal. Siempre me sentía estresado o cansado. Mi sueño se volvió más regular después de tomar medicamentos. Podía dormir durante cinco horas y me sentía con más energía por la mañana.
Psicológicamente he pasado por experiencias muy duras. Nunca había compartido estas experiencias con nadie, ni siquiera con mi esposa, pero en el centro logré hacerlo. Hoy me siento aliviado.
Mi experiencia aquí me ha llevado de un lugar a otro. Eso le ha dado esperanza a mi familia. Al final de mi diario escribí: “siento que he tomado un nuevo aliento”.
* El nombre ha sido cambiado

3. Me sentí como un ser humano otra vez
Testimonio de Abdul, desde el centro de MSF para víctimas de la tortura en Atenas.
Abdul Rahman* era estudiante de derecho antes de que estallara la guerra en Siria. Huyó de su país natal después de ser detenido y torturado, primero por el régimen y más tarde por Isis.
Antes de que comenzara la guerra en Siria, estudiaba en la Universidad de Alepo, en la Facultad de Derecho; me gradué en el 2009 y ejercí mi profesión durante dos años. Después de que la guerra iniciara, me casé y tuve dos hijos. Mi vida era normal, vivía con mi familia como todos los demás; pero comenzó una serie de eventos que destruyeron la vida de las personas. Comenzamos a presenciar pérdidas. Perdí a mi esposa y a mis hijos, fui herido en el mismo suceso. Me detuvieron dos veces
El primer periodo de detención fue el más difícil. Éramos alrededor de 60 personas en una habitación de 2×2 metros. Nos colgaban de un brazo y de una pierna y nos aseguraban con otro objeto. Luego ponían cloro en nuestras piernas y las perforaban con agujas.
Después de ser liberado, construí nuevos sueños: llegaría a Grecia, y por consiguiente, tendría un lugar seguro. Viajé con la esperanza de recibir tratamiento, viajé para recuperar una pequeña parte de todo lo que había perdido. Pero cuando llegué, me sentía como alguien que estaba ahogándose. Estoy en un país europeo, pensaba, significa que debería tener derechos; nos han dicho que Europa es la tierra de los derechos. Pero aún no he visto nada de eso. Si mi salud mental es mala o no, tomo medicamentos y analgésicos, ni siquiera les importa. Por que como me he dado cuenta, aquí sólo somos papeles. Podré movilizarme hasta que mis papeles estén listos, pero hasta entonces, no les importa en absoluto.
Sigo vivo gracias a MSF, pese a mi gran desesperación. Me han tratado amablemente sin importar el hecho de que soy un paciente. Aquí soy tratado como un caso especial, como alguien que perdió lo más valioso de la vida: la familia. Me han proporcionado motivación moral y me han ayudado a soportar la situación hasta el día de hoy. Me han hecho sentir un ser humano de nuevo, siento que soy alguien que tiene derechos.
Pero todos mis sueños se han ido; desaparecieron después de que llegué a Europa.
*El nombre ha sido cambiado

5. Sentí que había comenzado a seguir adelante con mi vida
Entrevista con Diko, de la República Centroafricana, en el centro de atención de MSF para víctimas de la tortura en Atenas.
“No quería dejar mi país. Ni siquiera podía imaginar que un día viviría en el extranjero, pero no tuve otra opción. Dejé la República Centroafricana y fui a Chad. Después llegué a Camerún a buscar refugio, quería terminar mis estudios ahí, esto era una de las cosas más importantes para mi. Pero todos mis planes fallaron. En ese punto no me quedaba nada. Me convertí en una especie de aventurero, fui a Benin, luego a Mauritania y después de algunos meses tomé un vuelo a Turquía. Fui detenido en el aeropuerto y permanecí en un centro de detención durante seis meses, posteriormente me enviaron a otro durante tres meses. Cuando fui liberado decidí mudarme a Grecia. Cruzamos el mar en una noche y llegué a Lesvos, al centro para refugiados. Pasé cinco meses ahí. Ni siquiera podía hablar con las personas sobre lo que me había pasado.
Pasé por una etapa muy difícil, soporté muchas dificultades. Me preguntaba tantas cosas, ¿qué me estaba pasando? No podía controlar mis emociones. Dejé mi país y luego estuve viajando una y otra vez. Me sentí abandonado por la humanidad. Me preguntaba si existía algún derecho para sobrevivir, si existe una cosa como el “derecho a sobrevivir”. ¿Fue mi culpa? y si lo, ¿cómo podría remediarlo? Tuve dificultades para controlar mis emociones cuando recordaba lo que me había pasado en mi país natal. Fue entonces que contacté a MSF y les conté mi historia. Ellos se tomaron el tiempo de escucharme y comenzaron a ayudarme. Comencé a dominar mi situación y ellos me dieron asesoramiento. En ese momento sentí que había comenzado a seguir adelante con mi vida.
* El nombre ha sido cambiado

6. Lo que le pediría a la gente de Europa es que escuche las historias de las personas que han huido
Testimonio de Dieumerci*, refugiado de la República Democrática del Congo, desde nuestro centro de atención para las víctimas de tortura en Atenas.
Cuando terminé mis estudios trabajé durante un tiempo en mi país natal, después entré en un grupo político compuesto por jóvenes. Ya estaba enfermo para ese entonces. Una vez en Kinshasa, un amigo y yo fuimos arrestados. Nos enviaron a prisión, pero alguien nos dio documentos falsos para poder abandonar el país, debido a nuestro estado médico dijeron que moriríamos si permanecíamos en la prisión. Tomamos un vuelo y llegamos a Turquía, desde donde nos llevaron a un Centro de Detención. Mi condición médica y la de mi amigo en particular, siguió deteriorándose, así que nos permtieron buscar ayuda médica en Turquía. Algunas organizaciones para refugiados nos ayudaron a conseguir algunos medicamentos para aliviar nuestros síntomas, pero nos dijeron que su capacidad era limitada y nuestra situación médica era problemática. Así que conseguimos dinero para pagar a los traficantes y llegar a Europa. Así llegué a Grecia.
Aquí en Atenas MSF me apoyó para que pudiera encontrar un lugar dónde quedarme, debo tomar medicamentos regularmente y también tuve algo de ayuda para encontrar comida. Le dan seguimiento a mi estado de salud y siento que ellos también me dan apoyo moral. La situación en Atenas sigue siendo difícil, si no hay una organización brindándote ayuda, la situación puede ser muy difícil.
Lo que le pido a la gente de Europa es que escuchan las historias de las personas que lo han dejado todo, no es fácil abandonar a tu familia y venir aquí. Los problemas son reales y dolorosos, existen casos muy duros en África, pero también en Asia. Hay gente sufriendo, personas muriendo. Hay lugares donde no hay derechos, donde las personas mueren en las cárceles. Espero que la gente pueda entender que hay muchas personas que necesitan ayuda.”
*El nombre ha sido cambiado
